martes, 3 de noviembre de 2015

No estoy

Ya no estoy.
Hay recuerdos en las piedras
pero no para construir castillos,
sino para destruir los puentes que nos quedan.
No hay comunicación.
Me inventé un mundo en imágenes
en el que tu y yo hablábamos
usando el mar, el color, la luz.
Y el verde
de las montañas.
Y los grises
de las piedras.

Las mismas que usaste para derribar el puente.

jueves, 23 de julio de 2015

La ventana

Estaba la oscuridad, la ventana, la luz, el verde frente al negro. Eran los restos de un incendio, quizás había sido un edificio anexo a la antigua mina, abandonado, desierto, frío. Las ruinas de un pasado de carbón, de miedo, alcohol, miseria e ignorancia. 
Buscaba perderme un momento y disfrutar del placer de imaginar otras vidas entre aquellas vigas quemadas, casi ardientes; buscaba la luz que entraba por el portillo, justo enfrente de la puerta, del dintel ennegrecido bajo el que observaba los restos de otra época. 


Y otra vez volvió el recuerdo de tu abrazo. Y tu mirada. Y tu sonrisa. Pero, sobre todo, tu abrazo envolvente. Las dos manos rodeando la cintura, cruzadas. Los antebrazos apoyados sobre la pelvis sobresaliente. Ni más arriba, ni más abajo. Y los cuerpos perfectamente unidos y acoplados. Yo, tratando de guardar el equilibrio de puntillas, para garantizar que cada parte de mi cuerpo reposa exactamente en el lugar que le corresponde del tuyo. Mis brazos envolviendo tu cuello. Mis manos, enlazadas. La nariz perdida entre la oreja y el pelo; a tu lado derecho, mi lado izquierdo. Perdida en el aroma, tan familiar, de los años.
Quiero escaparme por el ventanuco y correr a buscarte, porque a través de la puerta lo único que he encontrado es escoria, ceniza, restos del incendio, una lámpara de gas colgada y perdida... Y la bocamina, por la que se perdían antaño las ilusiones y las vidas. 
Es entonces cuando me doy cuenta de que tu has quedado dentro mientras me empujabas hacia afuera. Me atraías con tus brazos y me repelías con tus silencios que se fueron haciendo cada vez más sonoros y contundentes. 
Si salto ya no será para encontrarte, será para encontrarme. Ya no me perderé más en esos brazos ni en esa sonrisa. Y me encontraré pero seré otra.


miércoles, 3 de junio de 2015

Libre

Llegábamos al final del camino, atardecía un día cálido y gris. Pálido... al paisaje le habían robado los colores y todo se veía en un tono casi nacarado... no había niebla, pero pesaba la ausencia de luz y la cercanía de la noche mimetizaba y confundía los matices de azules, verdes y ocres. 

Caminaba sola, éramos muchos. Unos delante, otro grupo detrás y yo, sola, observando el mar, en calma. Increíble cantábrico en paz. 

Un grupo de gaviotas sobrevolaban una zona próxima al acantilado, las busqué con el objetivo de la cámara y me encontré con ella, Libertad, volaba sola, en círculos concéntricos. A una distancia prudente del mar, de sus compañeras y de mí. Casi sentí que nos vigilábamos mutuamente. ¿Quién será más libre? Ella tenía todo el cielo, yo la tierra y, para ambas, el mar. Tan quieto.


Después de trazar círculos, elipses y bucles, arriba y abajo... se alejó, sola, mar adentro. Y se fundió con los grises, los azules y los verdes. Al fondo, en el horizonte, se intuía una línea naranja. Creo que volaba hacia la luz. Libre.


Nota: Esta entrada está inspirada en el momento, en la imagen y en el preciosísimo haiku escrito por ©SandraSánchez(Pulgacroft) www.letricidiospremeditados.blogspot.com

El vuelo libre 
de una sola gaviota
ya ocupa el cielo.

domingo, 24 de mayo de 2015

Pistas

Las flores,
me gustan en el campo.
Lo que de verdad disfruto,
son los abrazos.

Mamolina

 Soy la feliz mamá de este chavalín que siempre va con prisas, amante del deporte, las peonzas, las mates, los animales y los globos terráqueos. Destructor de playmobil, y de los juguetes electrónicas en general. Teórico del amor y de la vida. Feliz casi a diario, salvo en esos momentos en que algo se pone cuesta arriba y lo que era un gran día pasa a ser el peor de su vida.

Al que le gusta verme sonreír, porque estoy más guapa.
Al que no le gusta que me ponga coleta, porque estoy más fea.
Al que le gusta mi pelo largo, porque mis rizos molan.
Al que le gusta dormir conmigo, porque sino, me siento sola, y estando él...
Al que le gustaría que tuviera un novio, porque a muchos novios les gusta el fútbol y sería guay.
Al que le duran los playeros una media de tres semanas. Y los chándal dos...
Al que no le gusta dibujar, ni pintar, pero de repente te sorprende con una obra cubista que dejaría mudo a Picasso.
Al que no le cuadra que Dios exista porque no tiene sentido ese lío de nacer cuando ya existía el mundo, dejarse morir, resucitar... volver a desaparecer... un sinvivir.
Al que le gusta la fabada, la carne poco hecha, las madalenas de chocolate y los donuts de colores.
Al que no le gustan los besos pero se deja hacer, poniendo los carrillos y riéndose: ay, mamolina, qué besucona me saliste...



Puedo asegurar que esta es mi faceta más exitosa. Y la que más feliz me hace, a miles de años luz del resto.
Me felicito por ello.

miércoles, 18 de marzo de 2015

La Puerta

Voy entendiendo el resto de puertas que se cierran: era fácil, solo quedaba una entre abierta. Eso me convierte ya en una spam de pleno derecho y me da libertad para hablar como quiera y de lo que quiera, a sabiendas de que al otro lado solo existe la nada.

Me diste un "dato" y monté una hipótesis, que no requería de un modelo científico demasiado complejo que me permitiera deducir la tesis, sobre la que formular el teorema de lo que esta relación es: La nada. 

No hay relación afectiva, porque para eso ya está(n) otra(s) persona(s); no la hay profesional, ni familiar, ni vecinal, o sindical. No la hay de amistad, porque no hay encaje en ese perfil de lo que se espera en una relación de amistad (cero preguntas, no decir, no expresar, mantener alejados los sentimientos, pensamientos, dudas... en definitiva, renunciar a lo que se es). Todo o nada. 


La nada. Hasta ahí llegó el método científico. Y monté mi teorema de las palabras muertas que no tienen un destino porque en la comunicación es imprescindible un emisor, un mensaje y un receptor. El emisor no ha sabido emitir el mensaje conforme a los parámetros esperados (y desconocidos); el receptor no está receptivo y la fuerza de la idea se pierde entre sujetos, verbos y predicados confusos. Caóticos. Se pierde el determinismo de una idea que no es.

Qué gusto dar dejar que fluyan las palabras sin necesidad de tener que buscar la fórmula más adecuada para hacerse entender. Y que no haya nadie.

lunes, 16 de febrero de 2015

No has sido más que un fruto del árbol de mi imaginación. He querido a la persona que me inventé, te soñé en las noches de soledad, te di unas manos, te dibujé sonrisa, una mirada melancólica y te adorné con un cuerpo flaco, pero atlético, dos ojos preciosos y un bosque de pelo en el que dejarse ir.

Te doté de sensibilidad, te disfracé de ternura, olvidé la rugosidad de tus manos y las hice delicadas. Más finas, suaves. Pétalos de piel sobre piel.

Ignoré tus amenazas, escondidas detrás del verdor de tus ojos; la pinté de azul, el azul de la tristeza. Te inventé un pasado, porque tu presente merecía un pasado infeliz, de niño solitario, incomprendido, esquivo.

Inventé tus otras vidas, tus búsquedas desesperadas de afecto. No, no. No buscabas sexo, necesitabas amor, y andabas por el, por las carreteras, en los posos del vino, en tu cama y sus camas. Y lo encontrabas y, al minuto, se esfumaba y te quedabas otra vez solo, son tu cabeza, tus miedos y sus amenazas.

Yo a través de ti
Inventé mil excusas para tus silencios y tus huidas. Imaginé tu debilidad aun sabiendo de tus fortalezas.

Te inventé atento. No hablabas pero escuchabas. No recordabas lo que había dicho. No importaba. Yo hablaba, me perdía, te provocaba. Necesitaba tus respuestas y las inventaba.

Y tras la provocación, la ira. No, no era tal. Era la respuesta normal a mi falta de tacto. Te provocaba. Eras mi invención y sabía los efectos de la provocación. Te dibujé calmado. Pero el esbozo no se materializó. No pude con la ira y la huida.

No fuiste tú. Fui yo. No hay rastro de ti en ese muñeco de carne, hueso, vísceras y sangre que soñé. No hay sentimientos, emociones, pasiones, pensamientos… en esa mente que inventé solo para ti. Y para mí. Hay tu. Un único pensamiento. Una única realidad. Tu.


No existes.